... Tres puntos suspensivos livianos recordatorios esperan a que el poeta oscuro baje de su nube versificada a desgarrar el papel de soledades. Lienzo fugaz de otros temores plagados de Frost o Robert en su bifurcación del alma, que tratan por sí mismos de prever los demonios de uno y las tristezas del otro, sin saber exactamente cuál de ellos conlleva a lo perdido.
...El vaso subió de nuevo hacia los labios resecos por el humo del café. Si el mundo fuera capaz de contarse por los suspiros de ciertos bares no habría números acercados a tal respuesta. En definitiva la mente a veces también necesita suspirar, recoger aire, liberarse de los malos recuerdos que atenazan sus esquinas oscuras. El suspiro de la mente es de un tono gris azulado, una nube de silencios que rodean a sujetos malvividos y que los acompañan hasta altas horas de la madrugada cuando el origen de toda desesperanza vacía las copas de los sitios en los que una vez ambos fueron felices.
-Póngame otro whisky, doble y sin favor.
El camarero le miró con desprecio. Un borracho desgraciado más, qué importaba, el mecanicismo de un camarero es algo necesario. Ellos fueron los primeros psicólogos sin duda. Doctos en vidas y problemas ajenos rellenando las copas del olvido a atormentados bohemios y demás especies nocturnas.
-¿Es usted de por acá? preguntó el camarero tratando de ser amable.
-Soy, bueno ser no somos más que un mero espejismo de lo que fuimos, pero en definitiva creo que sigo siendo algo parecido a una nostalgia. El camarero se quedó observándolo gravemente escrutando una mirada hueca que parecía llena de ausencias prójimas.
-Escuche, Buenos Aires es algo más que una ciudad, es un conjunto de respuestas escondidas en las calles, un cúmulo de adióses y despedidas que conforman esta estrofa que es la pérdida de toda cordura. Por cierto, ¿cómo se llama?
-Solían llamarme Lecci, pero hace mucho ya que nadie me recuerda. Pasé varios años olvidado colgado de una pinza con la esperanza de que un día consiguiera caer de nuevo, y caí, y todo era distinto, las calles, los cafés, las emociones, todo.
-Las cosas siempre pueden ir peor ¿verdad?
-El caso es que son mejores, es la ruptura del alma de todo pensador. Es gracioso sin duda pensar que después de todo lo que creímos como cierto, las cosas pueden llegar a ser distintas.
El camarero recogió el último sorbo que Lecci había dejado en el vaso. No muchas veces se conocía a una persona tan particular como ésta.
-Por último, ¿Cómo te llamabas?
-Mario.
Tras aquel encuentro Lecci recogió lo que quedaba de él y se marchó mientras el mundo volvía a caer sobre su espalda. La chaqueta estaba ya tan manchada de la tinta que se precipitaba desde las nubes que a veces uno podía leer pequeños versos de aquel pobre diablo tan empeñado en desaparecer...
Como otros años he dicho vuelvo a la Ciudad con mayúsculas deseando saber lo que me depara esta nuevo etapa de mi vida, vuelvo, quiero creer que estoy volviendo...
Las verdades irremediables No son más que un vacío. Uno las observa tan callado, Sobrevolándolas sin pretexto Al tiempo que desaparecen. Recuerda Que no porque la distancia crezca Cuando te pienso Dejaré de mí tan lejana tu ausencia Ya que sé que ambos nos pensamos Al unísono.
II
Ya ves que regresé Para pagar nuestras deudas, A cerrar esta hipoteca De rúbricas Que desgasta una rutina De ausencias sin medidas. Es extraño darse cuenta De lo que es capaz la tinta Cuando llora, Cuando suicida sus lágrimas En papel de lija, Y las deja abrazarse Poco a poco, Dispersas, En soledad hasta secarse, Ya que esa es la única manera Que tienen De tenerse.
III
El hecho de que dos ausencias Sean prójimas Es una sinrazón Que une hasta las proximidades Más distantes, Y aún así, A pesar de todo Es tan fácil Sabernos encontrados.
II
Tras la puerta sólo quedó una oscuridad infinita, una sensación de pérdida que ahogaba a Antonio hasta el interior de sus pensamientos. –Mañana me traigo una linterna, ya podrían haber hecho alguna ventana a la boca del infierno. Parece que hoy en día hasta al Diablo le cuesta llegar a fin de mes. No me extraña, será la edad. Respiró hondo de nuevo, y esta vez la oscuridad comenzó a disiparse como con vergüenza de sentirse descubierta. Las paredes eran de un azul añil que hacía resucitar los recuerdos más antiguos de nuestro amigo. Eran recuerdos de la infancia, recuerdos con olor a café y a papel fotográfico llenos de caras en blanco y negro, de paisajes olvidados entre la piel de los bolsillos. –Hay que ver que la terapia para volverse loco comienza incluso antes de tumbarse en el diván. – ¡Ya, ya Antonio! No hay tiempo para vivir entre nostalgias, déjate de papeles amarillos que la vida sigue aunque nos duela.
–Lo malo no es que la vida siga, imbécil, no lo entiendes, lo malo de todo es que aunque la vida siga el dolor se estanca, se pudre, se envenena. El dolor es una muerte; silenciosa muerte. Uno no puede deambular por la vida sin dolor, eso aún no está inventado, de hecho es imposible, hasta los payasos lloran a veces, ¿sabes? Cada carcajada está cargada de una tiniebla atroz, de una mirada oscura.
El hechode que nuestro Antonio acostumbrase a hablar consigo mismo era uno de los muchos síntomas que preocupaban al psiquiatra. Principios de esquizofrenia apuntaba con el lápiz de grafito marca Remembrance. Había veces en las que el cuaderno quedaba tan rayado que más que una hoja se asemejaba a un sueño, a un entresijo de problemas y galimatías que en definitiva componían su vida. –Es una costumbre que me quedó de cuando vivía en Buenos Aires. Sepa que uno puede combatir la soledad de dos maneras: O hablándole al papel, o hablándose a uno mismo. De lo primero me cansé hace ya muchos años. – ¿Es usted escritor? Antonio torció el gesto con tristeza. –Eso fue hace mucho. No era escritor, bueno en realidad me dedicaba a trazar vidas grises con una pluma. – ¿Y no ha vuelto a escribir? –Quizá le sorprenda, pero a decir verdad conseguí establecer una estrecha relación con uno de mis personajes. Resultó ser alguien inesperado y en definitiva me hizo ver que no tenía ningún derecho a dirigir sus vidas a golpe de tinta. –Suena un poco al Realismo Mágico ¿no cree Antonio? - ¿Mágico? Yo diría que el realismo mágico siempre fue la expresión envidiosa de occidente. En Suramérica las cosas son así de algún modo. Nuevo, maravilloso pero no mágico. Sin embargo Europa es un gran museo, un cuadro triste en el que nunca cambia nada. Sus trazos se resquebrajan, se secan. Ya nada queda más que el recuerdo de otras épocas.
Volvamos a las escaleras, al otro lado de la puerta se escuchaba el repiqueteo de pasos, un cacarear de huesos que se acercaban al timbre junto al numero 6 del marco. Toc, toc. Silencio. Toc, toc, toc. -¡Antonio llame al timbre! ¡Todas las semanas la misma cantinela! Para eso lo instalé, para que no me resquebrajasen la pintura con los nudillos. –Así sabe que soy yo quien llama. Lo hago por usted Dr. Ordetti. Contestó Antonio irónico. El picaporte se torció hacia un lado y la puerta dejó tras de sí una bata blanca de largas barbas y gafas redondas. La figura del Dr. Ordetti Candaval parecía sacada del más puro cubismo. –Hoy se parece usted más que nunca a Max Estrella, ¿cómo logra pintarse de forma diferente cada día? La semana pasada tenía un rostro impresionista. ¿Por qué no sale a la calle a venderse? No se preocupe que cuando la prostitución es arte no se considera delito. –Déjese de insultos poéticos Antonio que hoy tengo mucho trabajo. Siéntese en el diván mientras relleno el formulario. Sujeto de estudio: Antonio Calero, edad: cuarenta y siete años, tiempo de terap… El susurro se perdió entre las paredes. Antonio escrutaba la clínica como quien observa un cuadro expuesto en un museo. Sentado, en silencio, esperando que el cuadro se presente con su voz de lienzo. La habitación era blanca, a la derecha se abría una estantería de madera rojiza llena de libros de medicina: Anatomía Humana, La mente y el psicoanálisis, El lenguaje del cuerpo. Libros azules, rojos, verdes, incoloros. A la izquierda de la clínica la mesa de estudio se extendía entre Antonio y el Dr. Ordetti. La mesa era azul y sobre ella se peleaban por salir a flote los historiales de cientos y cientos de pacientes que habían puesto sus esperanzas en la piel de un diván con diploma.
La silla giratoria del psiquiatrase giró hacia la figura curvada de Antonio con un quejido acusador. –Vamos a ver, ¿cómo se encuentra hoy? –Hoy. Sonrió. Hoy no dejaría que el aire penetrase en mis pulmones con la esperanza de desterrarme al olvido. Hoy hasta mi reflejo me dio la espalda al peinarse. No sé, será que me estoy quedando calvo. –Mire, yo no soy poeta, soy un hombre de ciencias, dígame simplemente si siente menos ansiedad que la semana pasada. Con las pastillas que le receté debería sentirse mucho mejor. –No sé, pregúntele a la alcantarilla de la esquina que me pidió limosna y le di lo primero que me vino a la mano. –Antonio, esto es serio, si no me hace caso nunca podrá sobreponerse a la depresión. -¿Cómo voy a hacerle caso a alguien que no entiende más allá de lo meramente real? En la vida hay muchas vidas, es algo que deberían haberle enseñado en la facultad de Psicología amigo mío. Uno no puede ceñirse sólo a lo que pasa por debajo de las suelas de sus zapatos. –Si es usted tan listo ¿para qué viene a mi consulta? Antonio amagó una respuesta que finalmente se perdió entre los dientes, dejó su sombra en el diván y recorrió paso a paso el espacio entre la locura y la puerta de la clínica. -¿Dónde iremos a parar? Dijo Antonio con una voz que dejó tras de sí el golpe inconfundible de la desgana.
El sabor de la derrota comenzó a derramarse escaleras abajo. Uno a uno nuestro amigo fue dejando atrás meses de terapia y de medicamentos. –Ya te lo dije, fue una tontería haber venido. Un escritor viniendo a la cola de un psiquiátrico. ¡Pero por favor! ¿En qué estabas pensando? Mírate, ¿qué te ha pasado? Nunca debiste haber dejado Buenos Aires. –Déjame, recuerda que uno no puede deambular sin dolor. Abrió la puerta y se alejó tras un devenir de lluvia y tráfico.
Ya hacía varias horas desde que el sol saliera de nuevo tras la ventana del quinto piso de una calle escondida tras el humo. La luz se filtraba irremediable por los escondites de pelusas insaciables. Qué mito el de la pelusa. Uno se pregunta siempre al leer la Biblia y las anécdotas si no fueron ellas, sempiternas, siempre existentes fuerzas, las que dieron forma al mundo. La vida de una pelusa es simple, sin cambios ni brusquedades. Sólo observan las casas, las vidas, las penas, se empapan de ellas y engordan poco a poco con nuestros propios fantasmas. Así es en realidad, no cabe duda, cómo llegaron a conocer a cierto espejismo que intentaba vivir como podía entre aquellas dos paredes y media. Sí, cuatro paredes era un lujo por aquellos entonces para muchos. Una vida no necesita más de una pared, para qué más, un apoyo. Para apoyos está el mundo. Dejemos las pelusas por un instante. Antonio Calero nunca estuvo interesado en ellas, las consideraba partes de la casa, inquilinos del silencio sin fama ni gloria, animales de compañía, gatos, macetas y muebles, algo indigno de corromperse con escobas. Aquella mañana Antonio se levantó como de costumbre. Abrió un ojo y el frío se apoderó de su córnea, cristalino de ojos negros, tiritaban, era un frío irremediable, un invierno de nostalgias. Frío enlatado entre cortinas, en conserva. Ese frío que queda cuando la muerte pasa de largo y envenena. Como podemos imaginar, el otro ojo se negaba a mirar por miedo a la fría parca. Se aferraba a las pestañas, tan sólo la fuerza y terquedad del derecho consiguió que el izquierdo se rindiera de nuevo ante las esquinas del mundo. Estaba oscuro,como nunca antes lo había estado. –Será temprano aún. Pensó el espejismo mientras escrutaba el devenir del mundo. Pájaros, lluvia, caminar de transeúntes olvidados en su propia amnesia. No había duda, a esas horas ya nadie escapaba a las obligaciones. Antonio Calero nunca fue un hombre de costumbres, aquello no iba con él. Siempre odió a aquellos que necesitaban papel rayado para escribirse o que apretaban desde abajo el tubo de dentífrico. Dio media vuelta entre las sábanas y observó el reloj de la mesilla como quien mira al destino frente a frente y allí se quedó turbado entre el ahogo y la esperanza de sentirse vivo un nuevo día. Resulta extraño pensar en la costumbre de nuestro amigo, aquel reloj que observaba detenidamente cada amanecer, cada tarde; aquel reloj que pareciera significarlo todo, que pareciera pintar el morir del tiempo. Aquel reloj sin manijas le devolvía la mirada cada noche como esperando que al otro lado existiera la Vida tal y como se la había imaginado, una vida sin pluma y sin tinta, sin ganas y desganas. En verdad a estas horas a uno se le vienen tantos recuerdos a la cabeza que resulta difícil, casi imposible levantarse del suelo, es por eso por lo que a veces las sábanas te atrapan y la gente llega tarde a sus citas con el mundo y no encuentran excusas apropiadas para expresar el dolor de recordar lo que creían olvidado. Antonio había logrado con el trascurrir de los días la habilidad de encerrar los recuerdos vespertinos y llegar siempre temprano al psicólogo los jueves, puntuales como las estaciones pero sin prisa al igual que ellas. El desayuno estaba ya servido en la mesa cuando llegó a la cocina. La luz seguía encendida tal y como él la dejó, no serían los cereales más apetecibles pero en fin, era algo con lo que llenar el vacío de la noche. Comía despacio, aún tenía tiempo, el sol todavía luchaba contra sus propios recuerdos. No había prisa y como saben los bohemios no fueron creados para perderse los tristes amaneceres de la ciudad. Masticaba pensando en cada una de las cosas que le esperaban aquel día. La puerta, el hall, las escaleras, el piso, más puertas, ascensores, cielo e infierno, la última puerta, la calle, el sol, la lluvia, los charcos, los atascos, la muerte mendigando literatura en los semáforos, una mujer, sus ojos, su pelo, nada. Hay quien diría que estas cosas no duran más que unos pocos minutos, pero es igual de cierto que las grandes cosas se componen de otras más pequeñas, las verdaderamente importantes.
Se hacía tarde, el sol se había demorado demasiado aquel día y Antonio se vistió como se visten los autómatas, una stream of conciousness de etiqueta, no importaba el orden, el pantalón en los brazos, la camisa en el bolsillo, la corbata engominada, y los zapatos por cartera. El psicólogo decía que era un mal nuevo algunas veces, otras decía que era el estrés, la rutina diaria. Otras veces sugería que no era nada, le recetaba unas pastillas que una y otra vez hacían su viaje migratorio del bolsillo carcomido de Antonio a la alcantarilla más cercana a la clínica.
-Antonio, como tu psicólogo y amigo te recomiendo que visites lugares nuevos, frecuenta algún bar, visita a algún amigo. El humo de los bares es experto en atrapar recuerdos. Anímate, la soledad es uno de los peores males de este mundo.
-¿La soledad? La soledad es una llama. Dijo recordando una película argentina. A veces no vale la pena cambiar de estado, se gasta demasiado en el proceso de escapar al olvido. Además es algo más que incómodo pasar de nuevo ante los ojos del tiempo.
Era un caso irremediable, ambos habían tenido largas conversaciones sobre la vida, pero últimamente su paciente se había empeñado en encerrarse en sí mismo y dejar que los demás contemplasen su coraza como ese amigo que aparece en las fotografías de la familia discretamente a un lado y al que nadie acertó nunca a reconocer.
Eran las diez y media de la mañana cuando nuestro Antonio consiguió dejar de mirar al mendigo literario. Se jugaba la vida diariamente entre las ventanillas de los coches recitando poemas y exhibiendo su palma tiznada de hambre. Entre algunas de sus lindezas recitaba a Benedetti, “No te salves, no reserves del mundo sólo un rincón tranquilo…” -¡Qué razón tienes loco! Gritó uno de los conductores. Era un conductor gris, sin mirada. El mendigo lo miró con lástima y con la misma indiferencia salió a toda velocidad avenida arriba dejando tras de sí un vacío de lluvia. –Gracias. Respondió el mendigo al tiempo que se perdía entre las farolas.
Diez minutos después cruzó el puente que le llevaba directamente al número 7 de calle Menéndez Silva en donde se podía leer una placa verde y violeta Dr. Ordetti Candaval, licenciado en psicología. Antonio se quedó pensativo unos minutos intentando encontrar alguna buena razón para traspasar aquel tridente con marco azul y negro. -Nunca pensé que traspasaría tantas veces las puertas del infierno, y menos para que me digan que estoy loco, eso ya lo sabía. Dijo con una media sonrisa. Entró en el edificio y la puerta se cerró con un crujido seco.
...y él seguía asomado a la ventana del miedo, como tantas y tantas otras veces. No es que fuera en sí mismo un habitual de las alturas, pero a él siempre le gustó acariciar el vacío, sentir el significado de la nada, tocarla con los dedos. La calle seguía desierta a esas horas, parecía que al mundo se le había olvidado vivir aquella tarde, no había luces, no había nada, tan sólo el sonido del silencio contra la acera. Allí seguía, como siempre. Parecía imposible creer que alguien hubiera podido sostener aquel recuerdo durante tantos y tantos años. Era algo más que el peso sobre la espalda, más que todas las otras historias. Un dolor a la altura del esternón muy parecido a la nostalgia. Aquel invierno caía con fuerza, mucho más que otras veces. -Hacía ya muchos años que la venganza no caía con tanta fuerza Lecci, es un tiempo extraño ¿no crees? -¿Para la venganza? Bueno Mario, en realidad nunca hubo un tiempo específico para ella. La venganza en si misma no es nada, el tic-tac de un mal recuerdo, nada más. Un fantasma amargo. Mario seguía con la mirada absorta en la acera, tic-tac, tic-tac... -Es cierto Lecci, a uno se le encoge el alma al pensar en la venganza. No es más que lluvia, el tic-tac del recuerdo...
...no creas, no era tan tarde Mario, no lo era, aunque el mundo sombrío se extendía ya más allá de lo humano. Silencio, lo recuerdo como si fuera ayer, todo era silencio y soledad. Nunca el vacío llenó los ojos de tantos títeres absurdos. Aquel día se detuvo el devenir del mundo. No llovía, en fin, no hizo falta, la memoria hacía de lluvia. Ni te imaginas, calaba hasta los huesos. Un frío así no se olvida créeme. Fue en aquel mismo instante en el que todo fin parecía perdido cuando el mundo se echó las manos a la cabeza. Y lloró, pero no era de rabia, no era nada, eso es lo malo...
...La calle no dejaba de moverse, inquieta, era su momento, el tiempo de empezar de nuevo. Calle, asfalto, casa, nube...Lecci continuó subido en el tiovivo durante horas y horas. No bastaron los recuerdos ni siquiera para crear la ilusión de vivir entre lo injusto y lo absurdo. Aquel año el invierno no pasó de largo, de nada sirvieron los padrenuestros de las viejas negras de bata y blancas de pelo. Aquel invierno tuvo la necesidad de traernos voces del pasado, brisas del tiempo y del miedo. Nadie lo culpó por aquello, no fue justo darse por vencido tan pronto, él no lo merecía a pesar de todo. -Lecci, por fin te encuentro, ¿Qué haces aquí? me temía lo peor. -¿Lo peor Mario? ¿Y qué es lo peor? encontrar algo, perderlo, no son tan distintos si lo piensas bien. Todo es tan insignificante a veces. -Levántate Lecci, por fin volvió a casa. Lecci levanto la mirada como preso de un miedo irremediable, un temor absurdo y perfecto que le quitó los años con un golpe de oreja. No era posible. Mario no podía entenderlo. No era posible...
...y me desperté de repente, como quien despierta de una ilusión migratoria, de una farsa sin remordimientos. Estaba oscuro, y esa oscuridad me hizo creer en la derrota. No era posible Mario, no lo era, iba en contra de todas las cosas, un sueño que debería pertenecer a las listas negras de Torquemada, que tendría que arder en el tiempo. La vida no era nada, tan frágil, a merced de la pluma de un loco, de un olvido, a expensas de miedos y temores. -¿Y cuál es ese miedo Lecci? -¿Cuál? muy sencillo Mario, era demasiado injusto, incluso para el destino, que una pluma guiara nuestras vidas, que un papel destrozara nuestros sueños y grandezas.
Aquel pensamiento turbó la mirada de Mario que observaba la gravedad del alma de Lecci con tristeza. Enero caía con fuerza desde las nubes grises del mundo, -Tomemos un café en el Liceo Mario, está lloviendo tinta...
...Fue difícil volver, no lo dudes, siquiera un instante. Fue en esta habitación, en esta no hay duda, aquí crecí como crecen las historias, desde el final a lo incierto. Ella solía llegar puntual a las siete cada tarde con ese olor a dulces y a nostalgia. Aquella tarde no volvió, nadie supo de ella, se abandonó a la vida, tan en silencio; se marchó tras la mirilla del miedo, sin decir nada. Yo me quede solo, ante el mundo creciente de una noche, mudo, entre la sombra. El abuelo no supo que decir, tantos años compartidos que la vida sin ella parecía un cuarto oscuro sin ventanas, sin posibilidad de lucidez del alma, sin nada. Aquel día no volvió a escuchar un llanto, -Abuelo, ¿y ahora qué? -¿Ahora Lecci? Dímelo tú, hijo, que yo no encuentro palabras adecuadas a la pena...
...Hoy permítanme no escribir nada con sentido. A veces uno piensa sobre ciertos momentos en la vida en los que hace falta mirar atrás y apreciar que aún quedan esas viejas heridas abiertas en el camino. Hoy no escribiré nada nuevo, ninguna palabra carente de vacío y tristeza, hoy ni Lecci y Mario saldrán a la calle por temor a represalias, por miedo a la derrota. Hoy 9 de diciembre hace un año que perdí a un amigo, una sonrisa. Hace un año él dejó que su vida se suicidara en el asfalto de la Ciudad en llamas, la Vida quedó la puerta entreabierta por descuido, ya sabéis siempre fue libre de morirse. La Vida es todo lo que se hace, yo no quiero nada con la muerte. Es tan difícil aceptar una pérdida, en ese momento el mundo se hace una burbuja, se pierde se aisla, se extraña; tanto que te es difícil e incluso imposible reconocerlo a veces en ese escondite tan distinto. Espero que comprendan viejos recuerdos, quizá ahora se esclarezcan y cobren algún sentido para ustedes. Tristezas así cambian a las personas desde lo más profundo, la pérdida de un amigo no tiene cura, es una enfermedad terminal que termina con el principio de otra. Siento esta pérdida de tiempo que es la Vida. Un abrazo Nigga, aquí seguimos recordándote...
Hola, os escribo desde un rincón para deciros que mi ordenador ha muerto temporalmente y por eso no puedo actualizar el blog. Mientras lo arreglo, que serán unas dos o tres semanas, intentaré dejar algo en el blog desde la facultad. Un abrazo y perdón por la tardanza.
...hubo un tiempo, Mario, en el que la Consciencia se dejó suicidar al mundo en una noche. Es triste pensar en lo fácil que es estrangular a la Vida algunas veces; uno nunca sabe exactamente cuando comienza la Derrota y dónde termina el mundo. Mario, esquelético en la acera, observaba cómo la ciudad absorta espiaba sus pasos lentamente. -Lecci, hay otras veces en las que, en realidad, lo difícil es saber dónde está ese mundo. Me cuesta tanto creer que existe. Su peso, aunque invisible, asfixia, te acecha en cada esquina. -Silencio Mario, la Vida nos viene siguiendo ya desde hace un tiempo, no grites, que el mundo nunca fue dado a guardar secretos...
...La lluvia golpeaba al unísono contra la ventana de Lecci, muerta de rabia, de miedos. Tan culpable había sido que no se molestó en apartarse del filo de agua cortante sobre sus arrugas. Tantos años habían pasado desde que Mario se marchara, sin decir adiós, ni una palabra. Se marchó como las estaciones, sin darnos cuenta de la ausencia. -Las despedidas no siempre fueron demasiado justas, siempre muere algún instante, algún recuerdo. La puerta sonó como un quejido absurdo, la Vida tiene esa costumbre que caracteriza a los prudentes. -Por fin llegaste, entra, está abierto ...
...allí, junto a un banco abandonado a su suerte, se observaban translúcidos dos esperpentos resbalando entre la lluvia, -Lecci, ¿ves ese alma en blanco y negro? juraría que hace años se fundió por la tristeza dormido entre sus recuerdos. Lecci varió su mirada chirriante hacia donde el peso de la vida se hacía más visible. -Es cierto eso que dicen Mario, la juventud en sí misma es algo que se cura con el tiempo. De hecho en ocasiones se llega a un punto en que es difícil ser más viejo, el tiempo se satura en sí mismo, al igual que Él...
...Mario observaba entre las sombras el reloj que Lecci llevaba desde hacía tantos años entre la piel de sus bolsillos. -Lecci, es absurdo mirar la hora en un reloj sin manijas, ¿no te das cuenta? Se soltaron de la esfera. Lecci suspiró por miedo a estallar en la hiriente sonora. -Escucha, hace mucho tiempo que los relojes traicionaron su vocación. El reloj en sí mismo no es nada, un olvido entre el recuerdo del tiempo, me ayuda a ver que aún sigo vivo aunque no lo parezca...
...-Lecci, hace muchos años escuché por casualidad que la Vida, esa de la que tanto hablas, era algo más que injusta. Hay quien decía que la Vida debería empezar despertando de la muerte, e ir rejuveneciendo poco a poco hasta terminar en un orgasmo. Lecci se detuvo de golpe repitiendo sus palabras, por una vez éste había pronunciado algo con un poco de sentido. -Es cierto Mario, sería perfecto ir olvidando los sinsabores de esa Vida con el paso del tiempo, esa si que sería una buena excusa para marcharse...
...no había duda, Diciembre, imborrable, había llegado; las calles se deshacían en un ovillo de estambres, borrones de recuerdos. Por aquel entonces, la Vida ya no era la de antes, era Diciembre, -La lluvia cae con desgana Lecci, no tenía ni idea de su miedo al suicidio colectivo; la idea de Mario y su secta acuática hizo bosquejar una mueca en Lecci, -A veces no hace falta morir para suicidarse mentalmente, la Esperanza tiene una salud tan frágil, cualquier excusa, una tardanza, la hiere mortalmente, se pierde en el tiempo...
...perdón por la Tardanza inútil que acompaña a mi rutina que es la Vida, lo admito, tenía la falsa certeza de conocer este camino de memoria, de saberme Triste a pesar de mis recuerdos condenados a estar sólos. Debo admitirlo, no esperaba esto, en realidad no esperaba nada. Perdón por la Tardanza, no volverá a pasar...
Allí el mundo, tan atento como de costumbre, observaba taciturno el color del olvido, -Sabes Mario, el humo de ciertos bares tiene la propiedad de retener los recuerdos durante años, los asfixia poco a poco hasta que mueren. La vida de un recuerdo es triste y solitaria, por naturaleza están condenados a vivir en soledad. Lecci seguía besando el café con la mirada fija en una esquina, parecía reconocer a alguien entre los abrigos negros por el tiempo, -No te empeñes, allí no hay nadie...
"Vuelvo / quiero creer que estoy volviendo con mi peor y mi mejor historia conozco este camino de memoria pero igual me sorprendo"
Mario Benedetti
Hoy vuelvo a Cáceres, la Ciudad con mayúsculas, de la que tanto he hablado, hoy vuelvo a la Vida también con mayúsculas. Es cierto, conozco este camino de memoria, pero igual me sorprendo.
Sería Madrid la rúa sin Ella diferente en todo caso, sería sólo presuponer que quedasen extintos los poetas, bohemios de versos punzantes, fríos. Sería rendirse a la utopía sin haberla encontrado, cerca, en las esquinas. Sería un oír llorar de gatos, rabia de los tejados. No te preocupes, yo te espero, como siempre, al pie de una barra, aunque Madrid caiga y los poetas mueran.
lunes, 24 de septiembre de 2007
...Y aún recuerdo aquellos días en los que a Ella le gustaba pasarse horas saboreando el café de las cinco y dos o tres minutos; dependía, en principio, del Dolor que cada tarde puntualmente llamaba al timbre con un quejido que recordaba más al llanto de las bisagras que al simple dolor de seguir viviendo. Yo cerraba los ojos como intentando que la Tristeza pasara de largo, casi podía oír sus pasos deslizarse poco a poco entre las chaquetas carcomidas, yo me quedaba pensando en aquella frase; tú con el tizne azul de mi carbónico...
Es difícil de explicar Mario, han pasado tantos y tantos años desde entonces. Sin previo aviso, sin darnos cuenta, Ella comenzó a jugar a un escondite distinto, a dejar pistas de su ausencia, durante años se perdió entre los rincones de formas tan diversas... Un día, sencillamente dejé de conocerla, era otra, distinta, a pesar mío.
La Estación, devoradora indomable de besos y lágrimas, esperaba como siempre intacta a la orilla de un mar de piedras, hierro y polvo. Él se encontraba quieto, observando sombras difusas con las manos escondidas entre la piel de los bolsillos. Ella pálida, dejó caer el alma a los pies de la vía. -No puedo, ven conmigo, Vete, la Vida murió en la Ciudad, ¿Recuerdas?
- ¿Algún problema caballero? -No, disculpe, me encontré con un recuerdo...
"Gandhi dijo ojo por ojo el mundo quedará ciego. Y ciegos estamos que no somos capaces de ver esas otras heridas abiertas, pero no todo está perdido, en aquellas manifestaciones en Madrid, Saramago dijo algo hermoso, dijo que en el mundo hay dos superpotencias, la primera es Estados Unidos, la segunda eres tú, la opinión pública, toda la gente que salió a tapar la calle para pedirle a los políticos una sensibilidad diferente, otra forma de resolver los conflictos entre los pueblos. Así es que para ti va esta canción, pequeña gran superpotencia, por mirar más allá del horizonte, por saber que existen otras zonas cero y no quedarte inmóvil al borde del camino."
.::Ismael Serrano::.
domingo, 9 de septiembre de 2007
El fin del mundo, del suyo, llegó puntualmente a la hora de la cena. Él sorbió de nuevo la sopa, estaba fría. La sombra del reloj se derramó entre los cubiertos huérfanos de la mesa, ella no estaba. Se levantó lentamente de la mesa, miró su recuerdo colgado del perchero y se dispuso a suicidar la cena lentamente...
"Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz."
.::Gabriel García Márquez::.
Si, es cierto, vine a mi funeral, pero no me tache por ser grotesco, a usted ni siquiera le había invitado.
Hola, el otro día por casualidad descubrí un sitio llamado Blogueratura en el que se intenta reunir a todos los blogs sobre literatura que se encuentran por la red. En el blog he dejado un enlace de la página. Allí te registras y en un par de días hacen una evaluación del blog para ver si es apta para entrar en Blogueratura. Hoy me llegó el e-mail de que mi blog ya queda reflejado en la página, es una buena manera de dar a conocer blog a mayor escala. Espero que vosotros también también lo hagáis.
Tras hablar de ello, torcieron la esquina rota de la calle como autómatas encongidos por el frío. Lecci se paró en seco frotándose los ojos: -Es ésta Mario, ¿Ésta qué?, ¿No lo ves?, justo ahí, la calle está llena de recuerdos, ¿Por fin te volviste loco?, Es increíble tu capacidad para quedarte ciego. ¿No ves aquel beso colgando en la farola?, ¿Un beso?, ahí no hay absolutamente nada, Calla Mario, no me dejas escuchar los acordeones... ¡La calle está completamente desierta Lecci!, estás delirando como de costumbre. Pobre, ya no entiendes nada.- Diez minutos después, cruzaron el puente que les llevaba directamente a casa, Lecci agarraba algo entre los dedos, Mario, por más que miraba, no conseguía ver nada...
miércoles, 5 de septiembre de 2007
"Era así, la armonía duraba increíblemente , no había palabras para contestar a la bondad de esos dos de ahí abajo, mirándolo y hablándole desde la rayuela, porque Talita estaba parada sin darse cuenta en la casilla tres, y Traveler tenía un pie metido en la seis, de manera que lo único que él podía hacer era mover un poco la mano derecha en un saludo tímido y quedarse mirando a la Maga, a Manú, diciéndose que al fin y al cabo algún encuentro había, aunque no pudiera durar más que ese instante terriblemente dulce en el que mejor sin lugar a dudas hubiera sido inclinarse apenas hacia afuera y dejarse ir, paf se acabó."
Rayuela Julio Cortázar.
lunes, 3 de septiembre de 2007
Por fin en aquel entonces, tras tantos y tantos años de franquezas, se rindió a la vida tal y como había intentado creerla. Se levantó en curvatura de la silla, dejó suicidar media lágrima y se dispuso a jubilar todo tipo de cepillos.
...y ser ciego para tener una buena excusa por la que acariciarte a todas horas." -¿Te recuerdo? -No lo creo, las despedidas son únicas por naturaleza.
Despego un párpado, amago el segundo, el mundo, como siempre y casi siempre oscuro a estas horas, ni me mira tras la ventana. No había nada más que esperar del olvido, él no acostumbraba a madrugar. El reloj se paró empañado en el espejo, llego tarde.
miércoles, 22 de agosto de 2007
Dicen que Aristóteles afirmaba que la esperanza es el sueño de los hombres despiertos. La música nos mantiene despiertos, atentos a la realidad que nos rodea. Nos hace conocedores de unas pocas certezas: la de sabernos acompañados en nuestras búsquedas, preguntas, amores y desamores, la de saber posible ese mundo mejor que asoma tras la cancela que Casandra vislumbra en sus sueños. Estas canciones me enseñaron a tener fe en Casandra, a entender que no está perdido aquello que no fue, a buscar la esperanza en el sueño de un niño indígena. Supe por ellas que las aves migratorias siempre encuentran el camino de regreso, que la excusa más cobarde es culpar al destino, que el ruido se callará y te oiré hablar en sueños y que este pequeño milagro, todo lo que fuimos y seremos, estará a salvo porque alguna vez cantaste conmigo - Ismael Serrano.
"Ahora contaremos doce y nos quedamos todos quietos. Por una vez sobre la tierra no hablemos en ningún idioma, por un segundo detengámonos, no movamos tanto los brazos. Sería un minuto fragante, sin prisa, sin locomotoras, todos estaríamos juntos en una quietud instantánea. Los pescadores del mar frío no harían daño a las ballenas, y el trabajador de la sal miraría sus manos rotas. Los que preparan guerras verdes, guerras de gas, guerras de fuego, victorias sin sobrevivientes se pondrían un traje puro y andarían con sus hermanos por la sombra sin hacer nada. No se confunda lo que quiero con la inacción definitiva, la Vida es sólo lo que se hace, no quiero nada con la Muerte. Si no pudimos ser unánimes moviendo tanto nuestras vidas, tal vez no hacer nada una vez, tal vez un gran silencio pueda interrumpir esta Tristeza, este no entendernos jamás y amenazarnos con la muerte. Tal vez la Tierra nos enseñe cuando todo parece muerto y luego todo estaba vivo. Ahora contaré hasta doce, y tú te callas, y me voy."
-Y el problema llegó como llegan las grandes historias. Por aquel entonces Buenos Aires ya no era Buenos Aires, y Ella, bueno Ella tenía la graciosa necesidad de ser Ella misma y de hacer que los demás también lo fueran, y la Ciudad...la Ciudad quedó intacta después de todo, a esa, a esa ya no le afectaba nada...
"Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinado sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual de nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico."
¿Por qué morir? Dijo el verdugo a un suspiro de alma en escala de grises. ¿Por qué? ¿Y por qué no? Dijo el alma, el cielo se nos viene encima créame, la Muerte está enferma de estrés y no hay quien le preescriba una baja por ancianidad. El rostro quedó turbado entre un suspiro y tras esta triste reflexión con un atisbo de desesperanza muy parecido al suicidio de lágrimas, descargó aquel arma contra el alma, y con un crujido seco cortó sus alas.
...las hojas se suicidaban a lo lejos en un mundo ajeno a los atardeceres, Lecci buscaba incesante algún atisbo que le ayudara a mantener aquel recuerdo apagado por el humo del cigarro, -Ella se ha marchado, entiéndeme Mario, la culpa no fue suya, de nadie, es lo malo de la vida ¿Sabes?, a veces las explicaciones se pierden entre las utopías. Recuérdalo bien Mario, no todo es así de sencillo...
Hola, pues nada espero que os guste mi blog, intentaré actualizar cada día, aunque no prometo nada jajaja pero bueno lo más importante es que dejes algún comentario sobre qué te parece el blog o sobre alguna entrada en particular. Os recomiendo empezar a leer desde abajo para comprender todo esto un poco. Nos vemos pronto.